Siempre recordare la llegada a Malasia, como también voy a recordar la de Nueva Zelanda. Esas primeras horas en un nuevo país, la llegada al aeropuerto, el clima, su gente y demás hace que uno se sienta no en otro país, sino en otro planeta. Tengo que reconocer que la llegada a Malasia, viniendo de Nueva Zelanda, fue muy fuerte, fue como viajar al pasado, mas viniendo de un país tan avanzado donde todo es perfecto.
Caer en un país con un elevado índice de pobreza donde las ciudades se encuentran literalmente dentro de una jungla hace que uno los primeros días se sienta muy extraño, muy perseguido y con un poco de miedo a lo nuevo y desconocido.
Fue toda una odisea llegar a Nueva Zelanda, y mucho más llegar de Nueva Zelanda a Malasia. Para empezar nos tomamos un vuelo desde Wellington a Christchurch y en Christchurch tuvimos que esperar casi un día en el aeropuerto para que salga nuestro avión hacia Kuala Lumpur, y para colmo una vez que nos tomamos el avión yo pensaba que el viaje duraba 8 Hs. Pero arriba me entere de que iban a ser unas largas e incomodas 12 Hs. arriba del avion.
Los vuelos de Airasia se caracterizan por ser muy baratos, pero realmente viajas muy mal, muy incómodo, el espacio que tenes entre asientos es muy corto, te podes reclinar muy poco y no te queda otra que estar despierto todo el viaje. También tienen que saber que las tarifas son baratas porque dentro de ellas no te incluyen la comida, y dentro del avión pasan a cada rato las azafatas con los carritos para venderte comida, refrescos y hasta souvenirs. Todo muy precario, es como viajar en un colectivo con alas.
Nos bajamos del avión con 30 grados en la noche. El lugar donde nos sellaban los pasaportes era un galpón alado del de Nueva Zelanda, nos dieron la visa y ni tuvimos que pasar los bolsos por los rayos X, seguimos caminando y cuando nos quisimos dar cuenta ya estábamos afuera del aeropuerto, todo en menos de 15 min. Muy pocos controles la verdad, mas sabiendo que en este país si te agarran con droga te dan pena de muerte o por lo menos eso decía la tarjeta de arribo.
Fuera del aeropuerto fue donde realmente me di cuenta lo lejos que estaba de casa, sin saber que hacer y para dónde correr. Por suerte nos pudimos conectar a internet desde el IPOD y encontramos al Chato conectado, él había llegado a Malasia con Michi 2 días antes que nosotros y nos estaban esperando en China Town para empezar a recorrer el sudeste asiático juntos.
El Chato fue el que nos orientó un poco y nos dio los pasos a seguir desde el aeropuerto para tomarnos un colectivo barato hasta Chinatown, donde él nos iba a esperar con una habitación reservada.
El viaje desde el aeropuerto hasta Chinatown duro 30 Min. Éramos 8 personas dentro del colectivo, la mayoría turistas. El chofer un hijo de puta, nos hizo esperar como 25 min. Dentro del bus en el aeropuerto, cuando Pisko salió fuera del Bus a fumarse un pucho el chofer espero que lo prenda para avisar que ya nos estábamos yendo. Durante el viaje no vimos muchos autos en la autopista, pero los pocos que se cruzaba, el chofer les pegaba el colectivo atrás a menos de 2 metros haciéndole juegos de luces, tocándole bocina y molestando a TODO el mundo, pasaba los autos por la mano lenta, zigzagueaba por todos lados y fue fácil a 120 todo el viaje, un loquito. Después con el correr de los días nos enteramos que acá en Malasia cuanto más grande es el vehículo más “autoridad” tenes en la calle… Los colectiveros de Argentina alado de estos son un pan de dios si les sirve de consuelo.
Era muy tarde y de noche, el chofer se baja y grita “China town”. Cuando estoy por encarar la puerta del Bus, veo que afuera hay como 10 personas gritando “Taxi”,”Hostels” todos desesperados, gente muy humilde y pobre obviamente, yo desde arriba del bus mirándolos sin querer bajar, parecían zombis, en ese momento me volví a cuestionar en donde me había metido. Juntamos fuerzas, bajamos y entre todos los zombis que se arrojaban a nosotros para ofrecernos hasta a su tía, vimos la cara del Chato que muy gentilmente nos estaba esperando en la parada del Bus, ver al chato en cuero de ojotas y mezclado entre toda esa gente me dio un poco de tranquilidad, fue como ver a Dios.
Caminamos con nuestras mochilas esas 5 cuadras hasta el Hostels, volver a ver gente durmiendo en la calle fue muy fuerte, desde Argentina que no tenía esa imagen. El chato, por más tranquilo que se lo veía caminando por las calles de Chinatown en cuero y saludando gente, también nos comentaba que los primeros días se preguntaba donde se había metido y que quería regresar a inmediatamente a Nueva Zelanda, pero el proceso de adaptación a esta nueva cultura es muy corto por suerte y ya a los 2 días nos sentíamos como peces en el agua caminando por las calles de Kuala Lumpur.
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